La calle de La Mancha
Arsenio Talavera 
En mi pueblo existe una calle que lleva desde 1924 el nombre de un médico que ejerció en la localidad durante más de treinta años. Lo cierto es que casi un siglo después, la calle es conocida popularmente por su antiguo nombre: calle de La Mancha, por ser el acceso al camino que lleva a la comarca manchega.
Por ese camino, en los años veinte y treinta de pasado siglo, transitaban los jornaleros que marchaban a pie a trabajar en la dura tarea de la vendimia, acompañados de unas alforjas en las que cobijaban algún mendrugo de pan, un poco de tocino, algo de vino y un ato con un par de mudas limpias para la temporada.
Esos caminantes que partían por aquel entonces hacia localidades como Alcázar de San Juan, conocían muy bien por donde caía La Mancha, lo tenían tan claro como que su pueblo no formaba parte de aquella gran comarca.
Desgraciadamente desde la aprobación en 1982 del Estatuto de Autonomía de la Comunidad Autónoma de Castilla La Mancha, la confusión se ha apoderado del ‘apellido’ que dieron a la comunidad, toda vez que algunos han querido extender como territorio manchego a toda la región y otros, como justificación al nombre dado, han defendido que el ‘apellido’ de La Mancha es debido a que ésta comarca ocupa parte del territorio de cuatro de las cinco provincias de la región, solo Guadalajara no tiene ni un celemín de tierra manchega.
Sin embargo; la ‘mancheguización’ de la Comunidad Autónoma es un hecho, lo vemos continuamente en los medios de comunicación con frases como: el gobierno manchego, el parlamento manchego, el equipo manchego; e incluso tildan de manchegos a personajes nacidos en otras comarcas de la región.
Como anécdota, hace unos años un buen amigo presenció en un restaurante la conversación entre un cliente y el camarero. El cliente pidió vino de Valdepeñas a lo que el camarero respondió que no tenían vino de La Mancha, como referencia a la región. El comensal, que era el alcalde de Valdepeñas, le disertó una lección de nuestra realidad autonómica.
Y mientras lo manchego se impone, lo castellano languidece, pues parece como si asociar la comunidad con Castilla fuera algo de épocas pasadas.
La pregunta sería si el fenómeno de la ‘mancheguización’ es algo espontáneo de los medios de comunicación o está inducido por la administración autonómica. Si es espontáneo es responsabilidad de la Junta de Comunidades informar y formar a la opinión pública sobre cual es origen de nuestra Comunidad Autónoma, que no es otra que las antiguas provincias que se constituyeron en 1833 sobre el territorio que desde el siglo XV se llamó Castilla la Nueva como descendiente del antiguo Reino de Toledo. Y si viene inducido por la acción de las instituciones autonómicas, no quiero pensar que éste sea nuestro hecho diferencial identitario como comunidad autónoma, pues estaríamos nada menos que a la altura de las anchoas como hecho identario de Cantabria, todo un alarde de imaginación.
Castilla La Mancha es una única realidad donde todos somos castellanos y donde los manchegos están presentes en una importante parte del territorio y, en todo caso, el gentilicio derivado del nombre dado en 1982 sería el de castellanomanchego, pues imponer el apelativo manchego al resto de comarcas, no es un insulto, pero si una falta de respeto a sus tradiciones, historia e identidad.
Por ello, los poderes públicos deben trabajar por la comarcalización de la región, pues aunque todos formemos parte de una misma realidad, existen diferencias culturales entre un vecino de Puerto de San Vicente con uno de Quero o de la Alcarria, o de la Serranía de Cuenca o de Hellín.
Recordemos siempre que aquel que pierde sus orígenes pierde su identidad y a su vez, queda en un limbo donde es fácil asumir identidades foráneas y de pronto en un abrir y cerrar de ojos pasamos de las romerías tradicionales a las fiestas rocieras, con trajes de faralaes y farolillos del vino fino Tío Pepe colgados en la plaza de cualquier pueblo.
¿Cuál es tu reacción?
