Yo fui amnistiado

Yo fui amnistiado
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Parece ser que la posibilidad de una amnistía a los independentistas de ‘El Procés’ lleva  rondando varias semanas en la opinión pública y como somos un país de extremos, no deja indiferente a nadie.

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Recordando hechos de mi niñez me he dado cuenta que eso de perdonar y eximir de culpa, lo viví en varias ocasiones, incluso alguna vez con tintes políticos, aunque en esa época y por edad, poco sabíamos que era la política.

Cuando estaba el dictador ya encamado, un grupo de amigos del pueblo andábamos, una oscura tarde de otoño, jugando al fútbol en la plaza de la Iglesia. Intentábamos chutar con el balón a un cartel que ponía: ‘Prohibido jugar a la pelota’, justo encima del monumento a los Caídos por Dios y por España, mira por donde pasó por allí hacia el estanco un guardia civil y al vernos con esa voz solemne, que solo saben poner los guardias civiles, dijo: “Todos al cuartel que ahora voy yo para allá”.

No encaminábamos a rendir cuentas cuando por el camino apareció un disidente en eso de acercarnos al cuartel y dijo: “Vámonos para casa y que le den…” y así lo hicimos, huimos de la justicia para refugiarnos en el calor del hogar.

Al día siguiente se presentó en el colegio el alcalde y el guardia civil y, en un juicio rápido y severísimo, dictaron sentencia y le encargaron al director del colegio que nos impusieran la pena de un mes sin recreo. El director, tras recriminarnos nuestra actitud en presencia de los ilustres visitantes, dijo que así se haría, si bien a los pocos días nos volvió a reunir y nos informó que nos quitaría la pena y dejaría inmaculado nuestro expediente, siempre que reflexionáramos sobre lo sucedido y que le prometiéramos que no se volvería a repetir.

Y aquí es donde está el quid de la cuestión de la supuesta negociación para la amnistía a los independentistas catalanes condenados y pendientes de rendir cuentas con la justicia. La amnistía, es decir: el olvido, perdón y borrón de unos hechos delictivos deben ir acompañados de una reflexión, del arrepentimiento y el compromiso de no volver a quebrantar la Ley.

Luego podrán analizar los sesudos expertos constitucionales, si la medida de gracia puede o no encajar en la Constitución, algo que desde mi humilde punto de vista interfiere primeramente en uno de los principios de la democracia representativa, como es la separación de poderes y con algunos artículos de la Carta Magna, como por ejemplo el 14 sobre la igualdad de los españoles ante la Ley.

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No parece que a la mayoría de los ciudadanos la supuesta amnistiar a los “indepes” catalanes le haga mucha gracia, sobre todo porque por experiencia sabemos que son insaciables y para seguir alimentando sus sueños y alentando a sus seguidores necesitan seguir presionando y consiguiendo prebendas por encima del resto de territorios del Estado.

Así parece que lo ha visto Emiliano García Page, la única voz que se ha alzado dentro del PSOE, con responsabilidad política e institucional, contra las negociaciones y posibles cesiones a Puigdemont y compañía. Ha habido otras declaraciones de los antiguos dirigentes díscolos que poco o casi nada cuentan para la conciencia de las nuevas generaciones de su partido.

La posición de Page le honra por varios motivos: el primero por defender sus principios ante la voz unísona de Ferraz; segundo por defender los intereses de Castilla La Mancha y, de paso, de otras autonomías que no entienden la benevolencia hacia los independentista y sus territorios y por último, porque en cualquier momento le pueden aplicar un PhotoShop y eliminarle del álbum familiar.

A día de hoy, las supuestas negociaciones se siguen en el más absoluto secreto, pues en esto de vestir la novia cada alfiler importa, toda vez que uno mal puesto puede clavarse donde no debiera, pero con todas las semanas que aún quedan por delante para ver humo blanco por la chimenea del Congreso, seguro que hay tiempo para ver la boda, el convite, los padrinos y hasta algún que otro entierro político.

Siguiendo con la metáfora, la supuesta amnistía o como la definan, será únicamente por el interés de los novios, aquí no existe un interés general y ni un deseo de la mayoría de la ciudadanía, sino que es un “mutualismo” donde solo dos partes obtienen beneficio.

En cambio la amnistía de 1977 se produjo en un marco donde los amnistiados fueron juzgados por delitos incluidos en leyes nacidas de un régimen dictatorial, por lo que esa amnistía fue un descanso para miles de personas que fueron represaliados por el franquismo en defensa de la democracia, siendo el pilar fundamental para el reencuentro de las dos España y la elaboración de la Constitución.

Desconozco si la amnistía del 77 limpió mi expediente escolar por aquello de jugar al balón, limpio creo que ya estaba, pero por si acaso más vale llegar a tiempo que rondar cien años. ¿Verdad, señor Puigdemont?

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