Parlamentar
Arsenio Talavera 
Parlamentar es hablar, debatir, confrontar ideas, llegar a acuerdos y uno de los pilares de la democracia, esa forma de gobierno que emergió en la Grecia Clásica. Sin embargo, la fuerza de la palabra también tuvo su sitio en los pueblos prerromanos de la península, ya fuera a la puerta de una cueva o alrededor de un árbol, donde se discutían las decisiones más importantes para la comunidad o el territorio.
Luego en la Edad Media aparecieron los concejos abiertos, llamados así por que podían participar todos los individuos del territorio, que se celebraban en los atrios de las iglesias. No fue hasta el reinado de Alfonso IX cuando se convocó en León una Curia Regia Extraordinaria en 1188 con la presencia de todos los estamentos del reino leonés. Nacía así el primer parlamento europeo, un tipo de democracia participativa y directa.
En mi pueblo también tenemos un parlamento con dos cámaras, una, la de invierno, al sol de la escalinata de subida al ayuntamiento y otra, la de verano, en los pretiles del puente y bancos a la sombra de unos árboles próximos al pilón. Allí los parlamentarios no son elegidos por los vecinos, es una elección que realiza la propia vida. Son los jubilados, generalmente hombres, los que discuten y debaten de los temas de actualidad, el único problema es que no tienen capacidad legislativa ni ejecutiva para llevar a efecto sus acuerdos.
En su parlamentarismo lo mismo se trata la mala cosecha de la aceituna, como algún que otro cotilleo local o sale a relucir la política nacional. Quizás porque los debates los realizan personas que se conocen desde hace mucho tiempo, perdura ese respeto que da la sapiencia de los años. Así cuando ven que uno de sus oponentes se empecina en llevar la razón como mucho le espetan: “Pa’ti la perra gorda” y caso cerrado.
Cuanto deberían aprender los políticos que estos días se afanan en recorrer plazas, visitar platós y enfrentarse en debates, de estos ‘parlamentos’ populares como el de mi pueblo o los que forman los vecinos sentados al fresco en las veraniegas tumbonas.
En los actos de las campañas electorales de nuestros políticos nacionales sobresale la falta de respeto por el adversario y sus ideas, las malas formas o las mentiras, con tal de quedar por encima del oponente o ganar un titular. A veces aparece ese resentimiento soterrado entre ellos, por el que llegan a tratar al contrario como un enemigo en vez de un adversario.
Creo que para ningún ciudadano es gratificante ver debates, declaraciones o entrevistas donde predomina el insulto. El ciudadano huye del enfrentamiento y premia el debate de ideas dentro de un clima de moderación, pues se les olvida a los políticos que su ruido y crispación se transmite al resto de la sociedad y además ensordecen los logros o propuestas que quieren transmitir.
Tras el próximo 23 de julio, gane quien gane, volverá el ruido de los acuerdos y las coaliciones y más tarde, la formación de gobierno. Únicamente les pedimos un poquito de silencio, que parlamenten, que hablen, que debatan, que lleguen a acuerdos o no lleguen, pero creo que nos merecemos un tiempo sin estridencias, un tiempo de tranquilidad, pues de no ser así la política cada vez estará más alejada del ciudadano y podría dar pie a esa frase del dictador Napoleón que dijo: “La política es una casa de putas donde la pupilas son bastante feas.”Luego no nos extrañe si los extremismos más oscuros triunfan en medio del lodazal.
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