La inteligencia artificial
Siempre ha habido detractores a los avances tecnológicos que el ser humano ha ido introduciendo en la sociedad, sin ir más lejos en mi pueblo teníamos al tío Garrote, tal era su afán de resistirse a las novedades tecnológicas que se quedó como refrán: “Eres más antiguo que Garrote”. Al bueno de Garrote no le conocí, pero mi padre decía que ante la llegada de los primeros tractores profetizaba con voz rotunda: “Eso de labrar tan profundo no puede ser bueno para la agricultura”, como si la profundidad de la reja o del formón fuera un agravio a la Pachamama que pagaríamos con el tiempo y al final, el tiempo le fue dando la razón. Desde bases científicas y ecológicas, han pasado sesenta años y ahora se promueve el “no laboreo”. Sabe más el zorro por viejo que por zorro.
Desde hace un tiempo nos vienen advirtiendo con la llegada de la inteligencia artificial, si no es que ya está aquí. Dicen que esta nueva tecnología nos va a hacer cambiar nuestra forma de vida. Entre otras cosas vamos a ir cediendo a la inteligencia artificial gran parte de las actividades que hora desarrollamos los humanos. Se habla incluso de profesiones que pueden llegar a desaparecer, algunas con un gran componente humano, como por ejemplo las relacionadas con la sanidad y la educación y ante eso, yo me enroco al igual que Garrote e intento resistirme a muchos de esos avances. Espero que el tiempo también me dé la razón.
Quizás lo más preocupante de la llamada inteligencia artificial sea la capacidad de interpretar millones de posibilidades ante la toma de decisiones, similar a lo que en los humanos es la capacidad de pensar, esa que nos ha hecho ser una especie superior entre las existentes, aunque a veces viendo las acciones de algunos de nuestros individuos nos parezca mentira.
Sin embargo, las máquinas no podrán aportar los sentimientos o emociones que podemos experimentar por nosotros mismos. Por ejemplo la maquinita nos podrá mostrar una magnífica foto de una planta con miles de megapíxeles pero no podremos apreciar ni su tacto ni su olor, ni nos podrán contar quién la plantó o lo que sintió y le motivó a plantarla, por tanto entre lo natural o lo artificial, quedémonos con lo natural y descubramos que nos aporta esa mal llamada inteligencia, teniendo en cuenta lo que nos quita o lo que podemos perder.
Desde luego quiero seguir viviendo como humano y entre humanos, cada uno con su inteligencia, aceptándonos como somos, con nuestras virtudes, nuestros defectos y nuestros errores, pues el error nos ayuda al aprendizaje y por tanto al conocimiento y las experiencias vividas nos conducen a la sabiduría y si no que se lo digan al tío Garrote.
Quizás en vez de utilizar la inteligencia artificial, deberíamos mirar más hacia la experiencia de vida, representada por nuestros mayores, cuanta sabiduría desaprovechamos de ellos, en cuanto nos podrían ayudar a resolver muchos de nuestros problemas como sociedad, a su vez cuanto aprecio y cariño les podemos dar y cuanta satisfacción nos podemos llevar. Con cada persona mayor que se nos marcha perdemos una inteligencia natural insustituible e irremplazable por mucha maquinita y algoritmos que nos quieran por los ojos meter, por tanto como diría Fernando Fernán Gómez: ¡A la mierda el Chat GPT!
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