De Ábalos, Koldos y el Duque de Lerma

De Ábalos, Koldos y el Duque de Lerma
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Tenemos en mi pueblo un personaje ilustre que fue secretario real con Felipe III y Felipe IV y tesorero del valido Duque de Lerma, el apodado “el mayor ladrón del reino”.  Mi paisano se llamaba Tomás de Angulo.

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El mal intencionado marqués de Villamediana, que era algo así como un cronista de la época, viendo como la corrupción enriquecía a los hombres del Duque de Lerma le dio por sacar versos satíricos de cada uno de ellos y de mi paisano escribió: “Tomás de Angulo, que toda su hacienda la trajo en un burro”.

No sabemos cual era la hacienda de Koldo García cuando llegó a la Corte madrileña, en cambio si conocemos bien su estrecha relación con el exministro Ábalos y su enriquecimiento posterior.

El fiel escudero o el perro faldero que vive de la sombra de su jefe es algo muy repetitivo en la historia y no solo en el ámbito de la política, también en otros como por ejemplo en el mundo de la empresa.

Se basa en una relación tan estrecha y de tanta confianza que con el tiempo se mimetiza. Llega un momento en el que no se sabe quien es quién.

La elección de esos Koldos que, como decimos, campean en todos los ámbitos de la sociedad, no se hace al azar; aunque no lo parezca la selección ha de ser rigurosa, pues han de coincidir en gustos, ambiciones y, sobre todo, en moralidad con su jefe. Si Ábalos hubiera sido de misa diaria se hubiera agenciado a un meapilas, pero sus aficiones eran otras y Koldo cumplía todos los requisitos. ¡Menudo concurso de méritos!

Al final la aspiración de los Koldos, no es otra que llegar a ser como sus jefes, por lo que a la mínima ocasión ocupan su despacho; reparten órdenes e instrucciones y se benefician de lo que pueden tanto o más que ellos.

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La figura de los Koldos empieza a ser un problema cuando escala a niveles superioresy comienza el ruido. El jefe, que no es ajeno a los tejemanejes del Koldo de turno, no se da por aludido, pues como hemos dicho comparten la misma moralidad. Una vez que las irregularidades se hacen públicas, a los

Ábalos se les queda cara de aquel dicho: “Cuando se entera el cornudo, ya lo sabe todo el mundo”.

Volviendo al inicio, existen semejanzas en la caída en desgracia de José Luis Ábalos y el Duque de Lerma. Independientemente que el Duque fuera nombrado Virrey de Valencia, y Ábalos fuera recogido por Sánchez en la tierra valenciana, Felipe III le nombró caballerizo mayor, algo así como lo que hizo Sánchez con Ábalos nombrándole secretario de organización del PSOE, pues si el caballerizo mayor era el jefe del Palacio Real, Ábalos llegó a ser el jefe del ‘palacio’ de Ferraz.

La rumorología sobre el Duque de Lerma hizo que Felipe III mandara hacer una especie de auditoría sobre las finanzas y descubriera un entramado de corrupción e irregularidades y poco a poco fueron cayendo los fieles a Lerma, el primero su hombre de confianza, Rodrigo de Calderón, el Koldo de aquel entonces, que fue ejecutado. Con nuestro Koldo no se llegará tan lejos, pero en el alambre ya está.

¿Y que fue del Duque de Lerma? Optó por salvar su inmunidad y viendo como se desarrollaban los acontecimientos, se fue al Grupo Mixto de la época, para ello tuvo que encasquetarse el capelo cardenalicio, más o menos lo que ha hecho Ábalos. Más vale quedar como un apestado aforado e inmune que como un gran compañero recorriendo juzgados. Que decida el Supremo, si es que se da el caso.

A José Luis, que parece que se le está poniendo cara de duque, le diría que mire como acabó el de Lerma: condenado, pagando parte de lo robado, desterrado y alejado de la vida pública.

El populacho español que es muy dado a la copla cantaba: “Para no morir ahorcado, al mayor ladrón de España, se vistió de colorado”y a José Luis Ábalos ya le están sacando demasiados cantares.

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