El voto por correo

El voto por correo
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Teníamos en mi pueblo un cura vasco que fumaba en pipa, cazaba las palomas de la torre y ejercía de peón en el tejado de la iglesia. El vasco lo mismo soltaba alguna fresca a las mujeres, que algún que otro pescozón a los muchachos.

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Tuvo a bien el cura decir a mi madre que si quería ser monaguillo. Al final acabé vistiendo los hábitos y tocando las campanas.

Hacía tiempo que me rondaba una duda existencial relacionada con el cumplimiento dominical de oír misa. Al poco tiempo le pregunté a don Teodoro, el cura: “Don Teodoro, el domingo que no pueda venir a misa, ¿la puedo ver por la tele?, ¿vale lo mismo? A lo que el vasco contestó: “Valer, vale, pero no alimenta igual, es como si por la tele ves comer una tarta, se te hará la boca agua, pero no te alimentará”.

Tras los comicios municipales y autonómicos el presidente del Gobierno convocó elecciones generales para el 23 de julio, una fecha que muchos tenían marcada para otros quehaceres más veraniegos. Su convocatoria nos pudo sentar mejor o peor, pero es lo que hay. Por lo que, dadas las circunstancias, el voto por correo se va a disparar hasta cuotas jamás vistas.

Así pues, los que vamos a ejercer nuestro derecho al voto por primera vez por correo, estamos en la misma duda existencial que tenía yo de monaguillo, es decir: que votar votaremos, pero ¿valdrá igual?, con toda seguridad sí. Nuestra democracia es lo suficientemente garantista para que nuestro voto cuente como uno más en la opción política que hayamos elegido.

Sin embargo, como decía el cura, no alimentará lo mismo. Ir al colegio electoral, tanto si llevas las papeletas ya preparadas o las recoges allí es todo un ritual: te encuentras con vecinos que hace días no ves; echas un vistazo a las papeletas y observas las más solicitadas, lo que da lugar a hacer especulaciones; te fijas en los componentes de la mesa o comentas con aquellos que más confianza tienes como crees que puede ser el resultado electoral.

Todo esto lo perdemos con el voto por correo, en cambio ganamos la libertad de ir donde nos plazca y hacer lo que nos parezca. Tal puede llegar a ser el olvido de los votantes por correo sobre las elecciones que algunos se enterarán de los resultados cuando vuelva de vacaciones.

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Aprovechando lo de a río revuelto ganancia de pescadores, han aparecido aquellos que pretendían buscar resquicios para escaquearse de formar parte de una mesa electoral, justificando que en esas fechas estarán como una croqueta embardunados en la arena de la playa o volando a destinos exóticos, aunque el que más o el que menos realmente esté en la terraza de su pueblo tomando una caña, lo que ha obligado a pronunciarse a la Junta Electoral Central de forma clara.

Es la diferencia entre lo real y lo digital, lo tangible e intangible, pero aun así nuestro voto es la única llave que puede abrir la puerta hacia una mejor sociedad, y de una u otra forma la única fuerza que la democracia pone en nuestras manos.

Siento cierta indignación por aquellos que desde sus atalayas vierten sospechas sobre el voto por correo, pues esas sospechas no solo recaen en los altos cargos de la administración y Correos,  si no sobre muchos hombres y mujeres que hacen su trabajo con total profesionalidad y cumpliendo escrupulosamente con la normativa electoral.

Por todo ello creo que es importante animar a los ciudadanos a votar, bien presencial o por correo, con total garantía. Deberíamos decir aquello de: “Voten, voten, malditos”, sobre todo para que no tengamos que lamentarnos la noche del 23 de julio, según vayan los resultados y pasemos un verano con la conciencia tranquila.

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