Votar en contra

Votar en contra
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Todo voto a favor conlleva un voto en contra. Si voto a favor de mis intereses voto en contra de quien perjudica o no apoya mis intereses, evidentemente.

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Sin embargo, cada vez más, y especialmente en España, hay un buen número de personas que manifiestan su intención de votar en contra de cosas o de personas sin tener muy claro por qué, ni tener tampoco muy claro si con su voto benefician o perjudican los propios intereses.

Se puede entender que alguien caiga mal o incluso que un colectivo o grupo caiga mal. Puede caer mal Sánchez o Feijoo, Pueden caer mal las feministas o el colectivo LGTBI+ o los inmigrantes o los fachas, o los rojos o los ricos o los cayetanos… y votar en contra de todo lo que huela a eso que nos cae mal.

Es cierto que no es fácil explicar estos odios o estos desafectos que hacen uso de argumentos baladíes, huecos y de un simplismo que roza la estupidez. Pero así se mueve también la sociedad, con ideas tan simples que es imposible rebatir.

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Lo que empieza a ser algo digno de estudio es que, llevados por odios o por aversiones, hay gente dispuesta a votar en contra incluso de los propios intereses.

Gente que vive en alquiler y destina gran parte de sus ingresos a pagarlo, votan a quienes defiende a los fondos buitres y a los grandes tenedores de inmuebles que dominan y elevan los precios, y al tiempo votan en contra de quienes defienden el control de los alquileres.

Agricultores y ganaderos que se benefician del mercado europeo, de los fondos y de las ayudas provenientes de Europa y que garantizan que puedan seguir con sus explotaciones agroganaderas, votan a quienes quieren salirse de la Unión Europea y a quienes manifiestan estar en contra de las subvenciones, aunque luego no se les escape una.

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Trabajadores que han visto incrementado su salario y la seguridad en su puesto de trabajo por acciones concretas, votan a quienes se opusieron a esas medidas de protección, de revalorización de los salarios y de mejorar las condiciones de los puestos de trabajo.

Pensionistas que durante años veían con desagrado que se les mandase una carta para contarles que les había subido la pensión unos miserables céntimos, ahora votan en contra de quienes les han actualizado la pensión al IPC manteniendo o incrementando su poder adquisitivo.

Jóvenes que se benefician de transporte gratis, de becas de estudio, de bonos culturales y de avales bancarios para adquirir una vivienda, votan a quienes se oponen a todas estas medidas y no ponen nada sobre la mesa que favorezca su integración laboral y su acceso a la educación de calidad y gratuita. y con ellos muchas de sus familias también votan en contra de los intereses de sus hijos y de su futuro.

Gays y lesbianas que se lanzan a los brazos de quienes niegan sus derechos, insultan sus sentimientos y se oponen a cualquier avance en la consecución de la absoluta normalización de la identidad y los sentimientos.

Podríamos seguir con muchos y variados sectores y seguir sin ninguna explicación lógica que explique por qué la gente llega a votar en contra de sus intereses. Pero así es.

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