El disputado voto

El disputado voto
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Estamos en la semana de Pasión y todo el mundo se sumerge en procesiones, pasos, cofradías e incienso y algunos, los más creyentes del paraíso terrenal, aprovechan estos días de asueto para descubrir nuevos rincones o degustar alguna que otra torrija.

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Pero una vez se queme al traidor Judas y salga del sepulcro el Resucitado se dará inicio con la Vigilia Pascual, un periodo para la preparación de la llegada del Espíritu Santo. Así será para los católicos.

Sin embargo, tanto para ellos como para el resto de los ciudadanos, empezará otra Vigilia, la de la precampaña y campaña electoral, que también va a la búsqueda de la llegada del Espíritu Santo pero en forma de alcaldes y diputados regionales.

En este periodo veremos un frenesí de inauguraciones varias: bibliotecas sin libros, obras sin terminar, adecentado de calles, reasfaltados de última hora, etc., todo sea por el disputado voto del ciudadano quien de forma impasible vive la fiebre de cortar cintas como si de recoger habas se tratara.

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Tanto a los que portan el bastón de mando, como el resto de los aspirantes a alcaldables acabarán con sus fotogénicos rostros colgados de farolas o pegados en paredes, con esa mirada altiva hacia el infinito y una sonrisa angelical, que muchas veces no distinguiremos si es que se presentan a gestionar un ayuntamiento o por el contrario aun están en éxtasis tras una aparición mariana.

Son las cosas que tienen las campañas electorales. Dentro de su ortodoxia siempre me llamaron la atención las fotos grupales de las candidatura: unas tomadas delante del codiciado ayuntamiento; otras en los jardines del municipio o frente al monumento más singular del pueblo, pues más de uno, de una pasada rápida cruzando las calles de algún municipio, ha llegado a confundir la cartelería electoral con algún grupo musical para las fiestas de verano.

¡Y qué decir de los programas o promesas electorales!, sobre esto siempre recuerdo al cronista parlamentario Luis Carandell, quien contaba una anécdota de un aspirante a diputado a Cortes en la Primera República.

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Al parecer el candidato recorría los pueblos de su circunscripción dando mítines y en todos, ante la falta de infraestructuras, espetaba:“Si me votáis, os haré un puente” a lo que los asistentes aplaudían con júbilo. Todo fue bien hasta que llegó a un pueblo y cuando soltó la reiterada frase, un asistente crítico le preguntó: “¿Y para qué queremos puente si no tenemos río?”, el candidato se reafirmó en su propuesta aún con más firmeza: “Pues os traeré el río también”.

Y es que hay algo más fuerte que la fe, esa que dicen que mueve montañas, el poder la papeleta en unas elecciones, pues ante la indecisión del votante nos pueden prometer cosas tan maravillosas que solo pueden estar a nuestro alcance en el metaverso.

Otro ejemplo del afán de los candidatos para contentar al elector, la mayor veces sin conocimiento de lo propuesto o prometido, le tenemos en el la obra de Delibes ‘El disputado voto del señor Cayo’, en la que unos joviales y entusiasmados candidatos, preocupándose por el éxodo y la despoblación, le dicen a Cayo, hombre sabio enraizado y conocedor de su tierra, que lo que hay que hacer allí es una reforma laboral que lleve a plantar el territorio de frutales como en Lérida, a lo que Cayo, entre la incredulidad y la desconfianza les responde: “Y allí donde ustedes dicen…, ¿hiela en mayo?”.

Por todo ello, amigo elector, como el señor Cayo tenga un poquito de sentido crítico, firmeza y templanza en la decisión, toda vez quela noche del 28 de mayo, para cubrir una interinidad de cuatro años, para algunos será la Resurrección, a otros se les aparecerá el Espíritu Santo y muchos quedarán en el limbo. Y es que Dios aprieta pero no ahoga y las papeletas menos.

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