Actuará en Londres, Córdoba, Alamería, Valladolid, Madrid y Chiclana

El cantaor toledano Israel Fernández afronta su gira nacional e internacional este mes

El cantaor toledano Israel Fernández afronta su gira nacional e internacional este mes
Israel Fernández / Jesús Domínguez.
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Nieto del Guadiana, ese río que juega al escondite, el Riánsares fertiliza la vega de Corral de Almaguer (Toledo), patria chica y solar de Israel Fernández, un cantaor que no se esconde cuando asume el protagonismo que se le asigna como uno de los principales veneros del cante flamenco actual.

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"No lo pienso mucho, es algo que llevo de una manera natural... es una forma de vida. Intento transmitir lo que siento y vivo diariamente: el flamenco me tiene atrapado", explica en una entrevista con la Agencia Efe durante un alto en medio de una gira estival por los principales festivales y escenarios de España.

Córdoba, Almería, Valladolid, Madrid, Londres y Chiclana (Cádiz), sus próximos compromisos durante este mes de julio, hablan de la variedad y universalidad de un arte -el cante, baile y toque flamencos- que en opinión de Israel Fernández (Corral de Almaguer, Toledo, 1989) atraviesa una etapa de revitalización.

"Lo que veo en mis conciertos es muy bonito, hay mucha juventud", ha analizado sobre la renovación del público, algo que en cierto modo también sucede con la nueva generación de intérpretes: "La unión hace la fuerza y todos estamos en el mismo carro, disfrutando y con mucha ilusión para intentar llevar al flamenco al mejor puerto", añade.

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En constante revolución tecnológica, con la inteligencia artificial, la realidad virtual y la distancia como principales hitos, ¿hacia dónde camina el flamenco? ¿Qué valor se le concede? ¿Qué acomodo puede encontrar una forma de expresión tan ancestral dentro de un ecosistema digital?

Entre otras claves de esta supervivencia en un medio aparentemente a contramano, Fernández alude precisamente a la "fuerza de la raíz" para entramar lo que ha definido como un arte "de mucha transmisión... es un veneno que si te pilla no te suelta", apostilla.

En su caso ocurrió hace quince años cuando en 2008 decidió dar un paso más y revestir de profesionalismo una afición brotada en el seno de una familia gitana, de origen andaluz y asentada desde hace décadas en Corral de Almaguer, donde reside quien hace ya tiempo colgó el cartel de 'promesa' para asumir el de actor principal.

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De ese nomadismo y cultura plurales se ha nutrido también el flamenco para fortalecerse, pese a haberse tratado de "una música 'perseguía'" desde hace siglos, otra de las definiciones con las que Israel Fernández trata de acotar lo que él mismo siente "como un don de Dios" que, al mismo tiempo, exige algunas condiciones.

El cante, el toque y el baile conjugan el clasicismo como premisa de perdurabilidad y licencia para poder transitar por otros caminos, mixturas o persistir en lo que desde hace décadas se dio en llamar fusión y abrió entonces el tradicional debate entre pureza o mezcla que aún colea.

"Lo que hay que tener es afición pero por encima de todo una base y conocimiento del cante clásico para luego derivar hacia algo más fresco, hecho con verdad y cariño porque hay que hacer amistad con todas las músicas", argumenta quien respeta a sus mayores sin perjuicio de explorar nuevas sendas.

Es lo que ha hecho Israel Fernández, músico y compositor además de intérprete, unos rasgos que dejó muy marcados desde 2020 con la publicación de ‘Amor’, su cuarto álbum que escribió y compuso, e incluso con las variantes expresivas que introdujo en ‘La inocencia’ (2021), entre ellas el pop-electrónico de ‘El Guincho’, uno de sus invitados.

Ahora resulta más fácil explorar sin provocar ningún cisma ni estigmatizar cualquier intento de apertura como ocurrió hace casi medio siglo con ‘La leyenda del tiempo’ (1979), cuando el flamenco trabó amistad con otros estilos (blues y jazz), una revolución incomprendida entonces y que abanderaron Camarón y Paco de Lucía.

"¿Qué decir de ellos? Son únicos, irrepetibles. No hay palabras para explicarlos", analiza Israel desde la distancia, agradecido y deudo de esa transgresión que medio siglo después él continúa como un eslabón más de ese heterodoxo ejercicio de libertad.

Israel Fernández se reconoce un artista "realmente muy aficionado" que "escucha y disfruta con todos, pero no para estudiarlos ¿eh?", se apresura a matizar antes de citar a la Niña de los Peines como otro de sus referentes, cantaora de cuna y de estirpe gitana como él mismo.

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