Las mentiras tienen las patas muy cortas y la policía no es tonta. El refranero español es rico y variado y en muchos casos aplicable a hechos delicuenciales como el acaecido recientemente en la localidad albaceteña de Mahora.
Allí una mujer, M.L.L.C. de 42 años edad, denunció el robo sufrido en su vivienda mientras ella se encontraba ausente. Describió a los agentes de la Guardia Civil todos los efectos sustraídos: joyas de oro, relojes de pulsera de gran valor, videoconsolas, cámaras fotográficas y de vídeo, incluso un vehículo. Todo ello valorado en 9.000 euros.
Debieron de prepararlo muy bien puesto que en principio no levantaron sospechas y el seguro les apoquinó 6.000 euros en concepto de indemnización en función de la póliza contratada.
Pero los agentes activaron el protocolo de actuación sobre el Plan contra el robo en viviendas para investigar el paradero de todos los efectos, principalmente las joyas, que son vendidas habitualmente por los delincuentes en las casas de compra-venta de oro. Y en una de ellas, concretamente en Madrid, se destapó la farsa ya que fue un sobrino de la víctima el que aportó sus datos en la venta de las joyas, de la que sacó 4.000 euros. Con la orden de registro se constató que varios de los efectos en teoría sustraídos de la casa de M.L.L.C. –relojes y cámaras- estaban en propiedad de este joven, J.C.L.H. de 20 años, también vecino de Mahora.
Ambos fueron detenidos y acusados de sendos delitos de simulación de robo y la mujer también de estafa al seguro, cuya pena está castigada hasta con tres años de cárcel.