sábado, 20 abril 2024
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¿Dónde está la salud pública?

El médico Luis Jiménez Juárez.

A lo largo de casi dos meses, hemos estado recibiendo datos de los medios de comunicación sobre el número de fallecidos, el de casos graves y del número de contagiados por el Covid-19 en nuestro país.

Era una información que nos recordaba nuestra vulnerabilidad y lo pequeños que somos frente a una naturaleza que, una vez más, nos ha puesto en nuestro sitio.

Han sido días, en los que por la gravedad de la situación se han tomado medidas muy duras, pero sobre todo nos han puesto en evidencia la indefensión en que estamos a pesar del desarrollo tecnológico y científico del que tanto presumimos.

Posiblemente, este escenario sirva para darnos cuenta de que hay cosas que tenemos que cambiar.

Si nos remontamos al siglo pasado, algo similar ocurrió con la mal llamada gripe española, una pandemia que por entonces se cobró la vida de más de 25 millones de personas.

Al igual que sucede hoy con el Covid-19, por aquel entonces la población no estaba preparada inmunitariamente para hacer frente a aquel nuevo virus de la gripe

Efectivamente hay semejanzas, pero ahora la situación no es igual, y aunque ningún sistema sanitario ha estado preparado para una emergencia sanitaria de este calado, también es verdad que no todos lo están viviendo de la misma manera.

Antes de la crisis nuestro sistema de salud ya adolecía de muchos males en la organización de sus servicios sanitarios y de salud pública, en la dotación de recursos, en el porcentaje de inversión del PIB y en la gestión de parte de sus servicios en manos del sector privado

En realidad, sus servicios sanitarios se orientaban principalmente al segundo nivel de la atención, es decir al hospital, como siempre. Era el centro sobre el que pivotaba todo el sistema.

En cambio, la Atención Primaria, estaba relegada a un segundo plano, casi sin identidad, donde la mayoría de sus acciones eran burocráticas y siempre al servicio del hospital

Y la Salud Pública, ¿Dónde estaba?  Sin duda abandonada, infradotada y descapitalizada. Siempre fue la hermana pobre de la Sanidad.

La dotación del sistema en recursos económicos, humanos, materiales, farmacológicos, de formación e investigación; también siempre fue escasa.

Así el porcentaje del PIB dedicado al sector sanitario, nunca paso del 6 por ciento. Una inversión que se ha ido reduciendo año tras año y gobierno tras gobierno.

Es una política de poca altura, si pensamos que la salud mejora la productividad y, por tanto, la inversión en salud es una de las políticas más rentables

Las plantillas de recursos humanos en todos los niveles fueron exiguas y mal planificadas, lo que afectó a la calidad y el rendimiento de su trabajo

La dotación material de equipos de protección personal y de otros de emergencia básica, también fueron olvidas, cuando debería existir una reserva.

El gasto farmacéutico se fue recortando paulatinamente con la publicación de numerosos decretos que iban reduciendo la lista de fármacos cubiertos por el sistema; y luego se intentó mucho más con la aparición de los llamados medicamentos genéricos.

La formación y la investigación, elementos clave en el Sistema Nacional de Salud, si queremos mejorar la calidad de la asistencia y avanzar en muchos aspectos, siempre estuvieron en el vagón de cola.

Con la llegada de la crisis económica del 2010, la sanidad como todos los sectores sufrió muchos recortes en todos los aspectos y sobre todo con el afán del ahorro se puso mucha de su gestión en manos del sector privado.

Estos recortes vinieron a acentuar mucho más los males, que ya estaba sufriendo el sistema.

Pues ya, desde 1978, cuando la Constitución estableció el derecho de protección de la salud; y con objeto de cumplir este mandato se fueron elaborando sucesivas leyes, entre ellas el Real Decreto sobre Estructuras Básicas de Salud en 1984, con el que se inició la reforma de la asistencia médica y se establecía la Atención Primaria.

Dos años más tarde, se aprobó la Ley General de Sanidad, que principalmente viene a crear el Sistema Nacional de Salud.

Con estas y otras reformas en cierto modo se logró mejorar la calidad de la asistencia sanitaria, pero no asegurar un buen estado de salud, a pesar de que los servicios de Atención Primaria asumieron un papel más relevante en la acción preventiva y salud comunitaria.

Pues para que estas acciones preventivas de los servicios sanitarios fueran más efectivas, era necesario coordinarlas con las de la Salud Pública.

Así mismo, era preciso mejorar una Salud Pública que garantizara   esas acciones tanto a nivel individual como colectivo y que rebasara el ámbito de los Servicios Sanitarios.

Con este objeto, en el 2011 se promulga la ley General de Salud Pública que vino a conformar esas acciones y la estructura de un sistema de Salud Pública.

A pesar de esta ley, y la excelente respuesta que se dio al requerimiento constitucional desde la vertiente del cuidado de las personas enfermas, nunca se llegó al mismo desarrollo en la prevención de la enfermedad y la promoción de la salud.

Pues bien, con la llegada de esta pandemia se ha puesto a todo el sistema a prueba, un sistema que ya acarreaba toda la problemática de la mala planificación y las muchas limitaciones anteriores.

Y así, de esta forma y desde estas condiciones, se ha afrontado esta grave crisis sanitaria.

Los servicios hospitalarios han seguido liderando y siendo el eje del sistema, y evidentemente se han colapsado, no sólo porque no estaban preparados para recibir a tanta población, sino porque los demás niveles no han funcionado.

Ante esta situación, se incrementó el número de camas hospitalarias, así como el número de profesionales sanitarios, y por supuesto el número de camas disponibles en las UCI; e incluso se habilitaron como hospitales espacios y lugares públicos que cumplían otras funciones.

Sin embargo, la Atención Primaria fue ignorada, siguiendo la absurda inercia de las últimas décadas.

Muchas personas podrían haber sido diagnosticadas, tratadas y controladas a tiempo desde primaria, el lugar idóneo y prever el colapso en Urgencias y en las UCI.

Además, sabiendo que iba a golpear especialmente a los mayores, es inverosímil que no se activara y potenciara el primer nivel para asumir el control sanitario de las residencias de ancianos.

Lo más incomprensible es el cierre de centros de primaria para enviar a sus profesionales a cubrir la atención en los hospitales, poniendo de nuevo el foco en los enfermos graves en lugar de evitar que llegasen en ese extremo al hospital y tratarlos siempre que fuera posible en sus domicilios.

Entonces, ¿qué hacía primaria?

Por supuesto, trabajando en el seguimiento y control de los casos y sus contactos, pese a la falta crónica de recursos humanos, técnicos y de equipos de protección.

Y la Salud Publica ¿qué hizo? Poco podía hacer si partimos de las condiciones en las que ha estado siempre ,y ahora precisamente se encontraba ante un problema de gran magnitud, que le correspondía liderar.

 Además, era un brote epidémico que rebasaba fronteras; de ahí que no se pudiera abordar sin considerar la acción internacional como parte integrante de la política nacional de salud pública.

¿Qué lecciones hemos aprendido de la pandemia?

En primer lugar, no bastan las soluciones a corto plazo que sólo arreglan el problema parcialmente, por un tiempo determinado, y en un lugar concreto.

Efectivamente ya se sabía en qué condiciones estaban trabajando los profesionales del sistema de salud, pero ahora se ha puesto mucho más en evidencia.

Los colegios profesionales y otras asociaciones han denunciado repetidamente no sólo las malas condiciones laborales, sino los malos tratos que reciben muchos de ellos en su trabajo.

Y a pesar de todo, nunca se prestó la suficiente atención a las señales de alarma sobrelas condiciones de precariedad e inestabilidad laboral, que ocurría en todos los niveles.

Debemos reflexionar sobre esta situación durante esta pandemia y varios años antes, de plantillas mal planificadas y exiguas, sin equipos de protección suficientes y sin otro material básico.

Los profesionales no pueden seguir así infraequipados, infrapagados e infrarespetados

En la organización del sistema, tenemos que abandonar la idea del Hospitalocentrismo; aunque el hospital debe seguir siendo el nivel de asistencia especializada, para atender a los problemas de salud de mayor complejidad.

Respecto a la Atención Primaria que tanto ha perdido y se ha desacreditado, debe recuperar el valor que le corresponde, convirtiéndose en el eje sobre el que pivota todo el sistema.

Además, en esta crisis debería salir reforzada, no sólo en sus plantillas de profesionales, sino en material de protección, en formación e investigación.

¿Y la Salud Pública? También debe recuperar su verdadero protagonismo y mayormente en estos casos, reforzando su labor de vigilancia epidemiológica, con un mayor número de profesionales, más dotación de recursos, y presupuesto, y sobre todo que se le dé una mayor autoridad para anteponer sus criterios a los políticos.

Pero todo esto, requiere que la Sanidad empiece a ser una prioridad para todos los gobiernos.

Se aumente el porcentaje del PIB propuesto en las partidas presupuestarias de inversión en sanidad, y se llegue al menos al 7 por ciento.

Todos los gobiernos se tienen que comprometer a no seguir recortando en recursos, sino en lo contrario; y esto requiere de un pacto por la Sanidad.

Una Sanidad que debe estar desligada de cualquier interés político, porque la salud no mejora o empeora según las ideas.

Por lo tanto, en estos momentos los políticos tendrán que asumir sus errores y no seguir reiterándolos.

Se deben implicar más en recuperar la imagen perdida de un Sistema de Salud, donde la  Atención Primaria no sólo es la base, sino el eje del sistema.

Sólo así y con el apoyo de una Salud Publica también reforzada, junto a una Atención Hospitalaria dotada de más recursos, mejor se podrá hacer frente a las pandemias.

Precisamente este ha sido uno de los grandes errores, además de los recortes en el gasto sanitario.

Un error que se viene arrastrando desde siempre y que es necesario cambiar.

Pues, no se puede seguir hipertrofiando la atención especializada en recursos y medios mal planificados, convirtiéndola en el eje del sistema y todo en detrimento de la Atención Primaria y de la Salud Pública.

Luis Jiménez Juárez es médico de Salud Pública

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