sábado, 17 febrero 2024
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Ovacionada alta en el Hospital de Talavera entre “valientes” y “cobardes”

Vídeo de su despedida

La historia de Julio Manzano podría ser una de tantas que se están produciendo en el Hospital Nuestra Señora del Prado de Talavera de la Reina en esta crisis sanitaria del coronavirus.

A sus 51 años ha luchado como un jabato durante 21 días para superar un virus que le tuvo en esta grave, pero del que ha sido capaz de salir. Ahora le quedan 15 días de confinamiento y esperar a que el Covid-19 le haya abandonado para siempre.

Su historia

Todo empezó el 22 de marzo cuando notó que se asfixiaba y en Urgencias le diagnosticaron una neumonía. Sin embargo, en un principio le mandaban para casa.

La determinación de algunos de sus familiares propició su ingreso para comenzar su particular lucha.

Julio evitó la intubación ya que sus maltrechos pulmones respondieron a tiempo al tratamiento con corticoides.

Luego llegaron unos difíciles días en los que la tortuosa posición decúbito prono (boca abajo) se antoja vital para pacientes con Covid-19.

Sin patologías previas que jugasen en su contra la mejoría fue paulatina hasta recibir el alta este lunes 13 de abril.

Doble ovación

Es habitual en el Hospital Nuestra Señora del Prado, como en el resto de centros hospitalarios del país, despedir a los pacientes que han superado el coronavirus entre aplausos y agradecimientos mutuos.

Esta lucha ante un nuevo enemigo invisible y tremendamente invasor y traicionero ha generado una fortísima complicidad entre sanitarios y enfermos, en el que la victoria, más que nunca, es parte del reto de ambos.

Como es habitual, Julio Manzano quiso agradecer a todo el personal que le ha tratado su abnegado trabajo y esfuerzo, significando a su médico, a las enfermeras, auxiliares, celadores y demás personal de la UVI de campaña de la 3ª planta: “aquí están los verdaderos valientes de esta guerra” que luchan “con unos trajes de mierda”.

Como profesional del sector nacional del metal se comprometió a intentar conseguir equipo de protección individual para todos ellos, “no serán muchos”, apostilló.

Los aplausos tributados por ese personal sanitario que le despedía tornaron en ovación cuando Julio no quiso irse sin hacer su mención negativa de la experiencia vivida.

Un mención dirigida “a los jefes, jefas, jefecillos, jefecillas y otros insignificantes que andan por el hospital que llevan unos trajes de la leche no sé muy bien para qué, porque no se te acercan a más de 500 metros. Son los cobardes de la historia. No les culpo por ser cobardes, el miedo es libre, pero sí por ser unos pobres de espíritu. ¡Vivan los valientes!

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