jueves, 25 abril 2024
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¿Quién no tiene un amiguete que…?

De nuevo nos tienen la mar de distraídos, en esta ocasión el asunto es el Máster de Cristina Cifuentes y toda la porquería que orbita a su alrededor. Nos encantan estos chascarrillos. Pero por desgracia nos quedamos de nuevo en la superficie y en la anécdota.

El problema es muy serio y de fondo, pero eso casi preferimos dejarlo aparte. y no me refiero a las curiosas estampas que deben de estar produciéndose en los currículums de muchos de nuestros amados políticos. Es decir, me imagino como docenas de cargos públicos deben estar revolviendo Roma con Santiago para encontrar esos certificados de titulaciones con las que adornan sus yermas biografías académicas. Alguno que otro, y no quiero mirar a nadie, debe de estar contratando negros que le hagan a toda prisa un trabajo fin de Máster por si a los del diario.es les da por meter sus narices en lo suyo…A otros me los imagino buscando hasta debajo de las piedras a alguien que le falsifique (reconstruir creo que lo llaman ahora) actas, certificados, etc…

Pero no seamos ingenuos, todo esto sigue siendo una mera anécdota, un bobo entretenimiento para confiados navegantes.

Lo grave, y en lo que deberíamos poner el foco en toda esta cuestión, es que lo de que Cristina Cifuentes haya presuntamente falsificado su titulación como Máster es simplemente un síntoma y una conclusión lógica de una grave enfermedad sistémica. El sistema está diseñado para ser corrupto, y el que un alto cargo se aproveche de él para su beneficio personal no deja de ser una natural manifestación del mismo.

La casta política española ha generado un mecanismo de favores y pleitesías en la vida pública que degenera en cuestiones como esta. Una red clientelar en toda regla de evidente estructura piramidal. La elección de altos, medianos y pequeños cargos en CUALQUIER administración pública está corrompida desde el minuto uno de su existencia, y no porque la administración pública sea inherentemente perversa o corrupta. No, no se trata de eso. Se trata de que el sistema está diseñado así, para que se puedan elegir a dedo no a los más capaces; sino a los más afines. Es decir, un cargo de responsabilidad en cualquier administración pública, de los de libre designación y de los que se eligen con sistemas aparentemente de concurso pero que en el fondo están “tocados”, sabe perfectamente a quien se lo debe. Es como los favores que hacía Vito Corleone. El mérito es la afinidad; y no la capacidad profesional. También estos cargos saben perfectamente que en cuanto haya un cambio de gobierno se les pone de patitas en la calle, que no se va a valorar su labor profesional, y que su cargo depende del partido que gane las elecciones. Por eso durante el ejercicio de su “responsabilidad” lo que hacen es buscar el próximo asidero por si los vientos electorales cambian. Saben, y actúan en consecuencia, que todo va a depender de que cuenten con una mano amiga, y para ello han de ser lo más dóciles con sus superiores…

Así nos luce el pelo…

Por todo esto, un rector de Universidad (que en muchos casos no deja de ser un elemento privilegiado de la red clientelar perpetrada desde la casta política) pierde la dignidad defendiendo la mano que le da de comer. El problema no es que Cifuentes haga que una Universidad Pública falsifique un acta de calificaciones, eso se determinará en un juicio, salvo que el fiscal y el juez deban su cargo a otra mano amiga… El problema es que tiene capacidad para hacerlo (me da igual que en este caso lo haya hecho o no) porque el sistema se lo permite, y está diseñado para ello. Un sistema que garantiza el poder de la casta política, porque al fin y al cabo ¿qué es el poder? sino la capacidad para decidir quien ocupa un cargo y quien no….

Ahora bien, revertir esta situación resulta terriblemente complicado porque las medidas adecuadas, especialmente la profesionalización y despolitización de los altos cargos de la Administración Pública, depende de que los beneficiarios del actual estado de cosas cambien el sistema. Y no parece que los partidos políticos actuales estén por la labor de cambiar algo que les beneficia tanto y que supone su principal agencia de colocación. Tampoco la llamada nueva política parece tener el más mínimo interés en perder la principal oficina de empleo que poseen…

Nos queda apenas el derecho al pataleo y confiar en que poco a poco logremos rectificar eso tan ibérico del “tengo un amiguete que….”, y empezar por fin a confiar en el talento y la capacidad de las personas… Ese día será imposible falsificar Másters.

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