Por Fernando Cámara Orgaz
(Asociación para la Protección y Gestión del Medio Ambiente, AGESMA)
Hoy día 26 de enero es el Día Mundial de la Educación Ambiental. Una apasionante aventura que comenzó en 1975 a través del Seminario Internacional de la Educación Ambiental celebrado en Belgrado y donde participaron representantes de más de 70 países con una idea en común, la importancia de la Educación Ambiental como herramienta esencial para lograr el cambio de actitud de la sociedad hacia el medio ambiente para alcanzar el desarrollo sostenible, consiguiendo que las actividades del ser humano para lograr su desarrollo (económico, social, cultural, etc.) sean compatibles con la conservación de la naturaleza de la que depende, incluyendo la justicia social, la igualdad entre la población, el empleo digno, la actividad económica respetuosa con el medio ambiente, etc.
Es evidente que en los últimos cuarenta años se ha producido una importantísima transformación en la sociedad en su relación con el medio ambiente debido en gran medida a la educación en general (formal, no formal e informal) y a la educación ambiental en particular. Ahora sería impensable plantear ciertos proyectos de partida nocivos para el medio ambiente por la gran contestación social que tendrían y que hace tan solo unas décadas eran más o menos habituales. Entre ellos, las incineradoras, las centrales nucleares, los cementerios de residuos peligrosos, las centrales térmicas, los campos de tiro, o la mera, continuada y reiterativa utilización de las energías no renovables de forma masiva. Es cierto, hoy la sociedad está mucho más concienciada. Y, en esto, como en otras muchas cosas, la sociedad va por delante de la política y los políticos.
Pero hay asignaturas pendientes que deberían haberse superado hace tiempo. Porque resulta difícil entender que se esté trabajando en el Congreso de los diputados para intentar alcanzar el primer pacto educativo de nuestra democracia y de los 15 puntos propuestos por los distintos partidos en ninguno se contemple de manera específica la educación ambiental, tal y como se recomienda en la Resolución de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza UICN celebrada en 2016 en Hawai EE.UU.
Porque ajustándonos a nuestra tierra, resulta difícil explicar y más aún entender, la situación lamentable e injustificada a la que se ha llegado con los ríos Tajo y Alberche, pese al clamor popular; la utilización de plaguicidas y herbicidas que envenenan nuestros campos, parques y jardines y que afecta de forma directa a nuestra salud. Es difícil explicar las modificaciones introducidas en la última Ley de Caza de Castilla – La Mancha, con muchas más sombras que luces; la ofensiva masiva de las macro granjas que sólo buscan el lucro, pasando por alto las más mínimas consideraciones hacia los animales que explotan hasta lo inhumano. Es difícil explicar y más aún entender, que no hayamos aprendido aún a convivir con la cigüeña blanca, especie protegida, beneficiosa para el ser humano, arraigada como ninguna otra en la tradición popular desde hace siglos.
Y es difícil, muy difícil entender la última moda de los descerebrados que cuelgan en las redes sociales sus “hazañas”, unas veces contra los lobos, otras contra un joven jabalí, o los múltiples actos a los que asistimos que atentan directamente contra los seres vivos apelando a no se qué “tradiciones”, que más bien deberían llamarse abiertamente traiciones.
Nos queda camino, mucho camino por recorrer, sin duda. Pero tenemos de nuestro lado una herramienta poderosa, la educativa, donde la educción ambiental y la sociedad juegan un papel esencial.
Bien por Fernando