miércoles, 24 abril 2024
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Vaya nombre, hombre

¡Güelintón, Güelintón, Güelintón!, gritaba un chaval a otro, acompañados de un tercero jugando entre los parterres del Prado. Los chicos corrían a escasos centímetros de la oreja de servidor así que servidor podía escuchar los gritos con claridad total. ¿Wellington? será algún descendiente del famoso militar y aristócrata inglés Arthur Wellesley que participó en la batalla de Talavera allá cuando la francesada de 1808?

Bueno, Güelintón pasó casi instatáneamente a ser “Güeli” algo normal en los apelativos amistosos. Vuelvo a aclarar que Güely, Güelintón, etc. es un chaval de unos once o doce años, yo a lo que voy es a la idea de sus padres de llamarle Wellington.

No sé, cada cual puede poner a sus hijos el nombre que desee faltaría más, pero creo que estarán conmigo en que en la presente ocasión, los padres del chico se pasaron de originales, eso de bautizar a alguien con un título nobiliario británico resulta chocante, es como si a un chico inglés sus padres decidiesen bautizarle Fernández de Córdoba, Marismas del Guadalquivir o Medina Sidonia. Improbable.

Debo confesar que desde el momento en el que escuché el originalísimo nombre le he dado bastantes vueltas a la cosa, sobre todo porque no soy capaz de explicarme la manera en la que alguna gente enfrenta la vida; habrá a quienes esto le parezcan problemas menores pero yo creo que no, que son síntomas mucho más reveladores de lo que parece; no soy antropólogo ni he estudiado esas disciplinas que analizan y enseñan los mecanismos por los que ciertas culturas pierden toda su personalidad y razón de ser en favor de otras dominantes.

Diría lo hermosos que me parecen los nombres españoles tradicionales, en mi opinión no hay nada más bonito que Luis, Antonio, Ricardo, Guillermo, Alberto, José, Pilar, Carmen, Vicente, Elena, etc. nombres todos que pertenecen a la tradición española y que están muy lejos de ese afán de originalidad, a mi modo de ver desquiciado, que parece se ha impuesto en la sociedad española a la hora de llamar a los niños.

Pero en fin, cada uno puede hacer lo que quiera a la hora de nombrar a su pequeño y ya no sorprenden ni Wendi, ni Vanessa ni Richard ni desde luego Güelintón.

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