jueves, 18 abril 2024
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Intolerancias

 

Hace unos días recordé una cena de Navidad con mis amigos de hace muchos años. En aquella época rondábamos los ventipocos y todo era mucho más simple que en la actualidad. Nuestra única preocupación era aprobar los exámenes de la carrera y tener el fin de semana mil pesetas en el bolsillo para tomar algo. Recuerdo que decidimos hacer una cena de Navidad. Realmente cualquier evento era propicio para reunirnos. Como había carencia de plata optamos por realizarla en casa de Marcos y Javier ya que sus padres estaban de viaje. Al ágape nocturno acudieron Andrés y su novia Gela, nuestras amigas Elena y Sandra y José Antonio con una chiquita argentina que estudiaba con él en Madrid y se llamaba Verónica.

Javier GilLa cena fue estupenda aunque ajustada a un presupuesto de estudiante: sándwiches de jamón y queso, huevos rellenos, algo de chorizo y salchichón, unos boquerones en vinagre, que había cocinado la madre de Sandra, y chucherías tipo patatas fritas, ganchitos y gusanitos. Por supuesto todo regado con coca-cola, cerveza y las posteriores copas de whisky y ron.

Como ha transcurrido mucho tiempo desde entonces pensé en invitar a todos a casa y reunirnos a cenar. Así que me puse manos a la obra y me fui a comprar unos ibéricos, unas gambas, una bandeja de sushi y para finalizar la cena un solomillo de ternera. De postre decidí comprar una tarta Selva Negra en el súper.

Todos mis amigos estaban encantados de venir aunque Marcos me advirtió que su mujer era intolerante al gluten, por lo que no tomaría ni pan ni ibéricos porque todos llevan harinas. Por supuesto la salsa del solomillo tampoco podía llevarla. Marcos, que está a régimen, sólo bebería agua. Por otro lado, Javier, que no es intolerante al gluten, prefiere tampoco comerlo sin razón alguna pero porque dice sentirse mejor.

Andrés y su mujer Gela se han hecho veganos, por lo que de toda la comida comprada no podrían comer absolutamente nada, así que muy amablemente me pidieron permiso para traer una sopa de tofu, unos brotes de soja y rabanitos rojos. Gela es vegana radical, por lo que me pidió comer en la cocina para no ver al resto devorar a las pobres gambas ni al solomillo… me dijo que éramos unos caníbales.

Por otro lado, Elena es ahora alérgica al marisco y al pescado, por lo que no puede tomar gambas. Ni siquiera tenerlas al lado… dice que el olor le causa granos y asfixia. Por su parte, Sandra no prueba el alcohol ni el azúcar, con lo cual la opción del agua (de débil mineralización), por supuesto, era la opción más correcta. José Luis, dice estar como un roble pero los frutos secos… mira por donde le sientan mal y claro… todo tiene trazas de cacahuete, así que prefería no tomar tampoco los entrantes y me advirtió de que el solomillo lo quería a la plancha y sin sal, por lo de la tensión.

Por último, Verónica, que es vegetariana, me rogó que le hiciese una ensaladita de rúcula y tomate. Con eso se conformaba.

Después de llenar dos folios con los whatsapps que me habían enviado, decidí suspender la cena. Les engañé un poquito y les dije que tenía una velada de yoka ayundharna. Pero en realidad me fui a McQueen y me pedí una hamburguesa con todo… y una de papas.

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