sábado, 20 abril 2024
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Grandes Esperanzas

 

En Grandes Esperanzas el pequeño Pip pasa de pobre aprendiz de herrero a caballero con futuro en un cambio de fortuna que tiene que ver con una buena acción. Pero el pequeño Pip vive lo suficiente como para que esa repentina fortuna desaparezca y él quede convertido en hombre común.

Así era la provincia de Toledo antes del 6 de diciembre de 1978: un proyecto de futuro esplendoroso en alas de la joven democracia después de haber sido una rancia provincia de interior con identificaciones fascistas que el voto demostró falsas. Es decir, que ni Licinio ni Blas eran tanto Licinio ni tanto Blas en Toledo como la leyenda les atribuía. Sólo hubo que dejar hablar al pueblo para que el pueblo se cobrara el pasado.

enrique-mtnez-de-la-casa-kAntes de 1978 la provincia de Toledo había mandado a sus fieles a la plaza de Oriente, había mandado a sus opositores a la cárcel, había constituido plataformas, juntas y platajuntas, había recaudado el óbolo del pueblo para comprar un busto de José Antonio en Talavera de la Reina, había perseguido al candidato socialista Ros por arrancar el yugo y las flechas que señalaban la entrada en Alcabón y había industrializado Toledo vía Plan de Desarrollo. A esas alturas el Tajo incluso bajaba crecido.

El día 6 de diciembre de 1978 la provincia de Toledo no salió en los telediarios de milagro: en Cebolla se había parado la votación por la ocurrencia del secretario de romper los precintos de las urnas ante la perplejidad de la Guardia Civil y los vecinos (por este orden). Una oportuna conversación con el hoy marido de una expresidenta de esta región, permitió la reanudación de las votaciones. Porque hay que recordar que el 15 de diciembre de 1976, la provincia de Toledo salió en los telediarios: Consuegra había votado No al referéndum de la Ley de Reforma. Y los perplejos vecinos enfurecieron.

Y ya que no había Licinios ni Blases, emergía una clase política que se dividía entre el paracaidismo, los largos años de prisión, la madurez médica y la juventud de los meritorios funcionarios del régimen que guardaban camisas y juramentos solemnes para correr despavoridos en auxilio del vencedor.

Aquel 6 de diciembre el Ejército, la Iglesia, la Familia, los Sindicatos, la Esperanza y el Futuro, eran todavía cosas serias.

A día de hoy todo es ya el futuro que vislumbrábamos. Sólo que a este futuro le ha ocurrido lo que a Pip: ha pasado de joven caballero prometedor a hombre corriente y moliente con sus días buenos y sus días malos.

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