lunes, 15 enero 2024
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Invasión de picateles

Javier GilLa tarde cae soleada y cálida en Talavera, el final de la primavera anuncia un verano espléndido. Las lluvias de las semanas pasadas hicieron que el ciclo del agua se pusiera en movimiento. Cada gotita caída se fue casando con otras y formando pequeños torrentes que desembocaron en el Alberche y el Tajo. Persistieron las precipitaciones e incrementaron el caudal de los ríos, arrastrando los fértiles limos río abajo. Los pantanos abrieron sus puertas y sus aguas frescas fluyeron hasta fundir el Alberche con su padre en las inmediaciones de Talavera. Su fuerza y su vida regeneraron la escasa profundidad del Tajo y alimentaron los juncos los aros y las islas fluviales.

Cuando las lluvias se retiraron y el sol comenzó a brillar, el calor húmedo del valle hizo que las aguas bajaran rápidamente. De nuevo el alimento del Tajo se marchó hacia el Mediterráneo desafiando a Dios y a la naturaleza. Los hombres a veces pensamos que podemos dominar el medio pero al final la madre Tierra siempre se sale con la suya. Al descender las aguas rápidamente los miles de millones de huevos de mosquito –“picatel” en talaverano – eclosionaron de manera irremediable.  Bandadas increíbles de estos insectos de la familia de los Culicidae han colonizado la noche talaverana como nunca antes lo habían hecho. Nubes de bichitos hacen que caminar por la Avda. de la Real Fábrica de Sedas sea una verdadera  merienda de entomofagia, sólo con abrir la boca puedes sentir como se sentía la famélica Mobby Dick cuando al abrir sus valvas se saciaba de rico plancton.

El pasado sábado tomando un “gin tonic” en una conocida terraza talaverana había que poner una servilleta para que los inquietos animalitos no se precipitasen sobre el licor de enebro. Encender una lámpara en la noche es asegurarse la visita de estos alados bichitos que sembrarán tu mesa y suelo de sus restos calcinados. Sólo hay una cosa buena en este asunto y es que al parecer este tipo de picatel no pica y por tanto a pesar de ser incómodos no causan esas lesiones cutáneas tan típicas que a veces da tanto gustito rascar.

A pesar de que el Ayuntamiento está fumigando las orillas del río y los canales, la naturaleza cumple con su misión. No se trata de una venganza ni una plaga bíblica, simplemente la Madre Tierra cumple con su misión y se revela ante la infamia de esos otros animales – los humanos- que pretenden dirigirla.  Este pequeño planeta azul perdido a las afueras de la Vía Láctea entre otros cientos de miles de millones de planetas tiene tan sólo cuatro mil millones de años, alguno más que esos hombres que construyen transvases para llevar agua a los campos de golf de Levante. Antes o después, si no lo hacen los homo sapiens, la naturaleza volverá a hacerlo fluir por su cauce natural por su río Tajo.

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