jueves, 18 abril 2024
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Vengan a ver lo que no quieren ver, ni leer

 

JULIO OKVengan a ver, lo que no quieren ver. Vengan a ver, los que viven sin ver. Vengan a ver la luz de mi calle, que no se ve. Vengan a ver el palacio irreal que inauguramos ayer, con alfombras de barro y tapices de papel. Vengan a ver, los jardines y los parques que podríamos tener. Vengan a ver. Vengan de una vez.

Esto lo escribió y cantó el gran cantautor cacereño Luis Pastor en 1975, excelente año por cierto, para denunciar lo que no veían las delegaciones oficiales en sus visitas guiadas y guisadas al barrio de Vallecas, su lugar de residencia cuando emigró a Madrid.

No obstante, lo pregonado por Pastor podría suscribirlo literalmente, nada menos que 41 años después, cualquier cantante, grupo o similar de Talavera. Era, era, era… Que es el estribillo/flecha que desde aquí aportamos a la cosa. El grupo local ‘Vergüenza ajena’, un suponer, cuyo ilustrativo nombre viene al pelo para identificar el perenne hilo musical que acompaña a los quehaceres, pocos, y quereres, muchos, de esta ciudad de nuestras vidas y movidas.

Vergüenza ajena, ya digo, por la cansina e incomprensible apuesta municipal por lo que no se ve y por los que no quieren ver. Y aparto de mí el ciego cáliz que contiene y rebosa los típicos tópicos del Ave, el nodo gordiano, el agua del tajo, el empleo y tal y tal que, efectivamente, no se ven por mucho que vengan a prometer los que nunca nos han querido ver. A izquierda, derecha, centro y ‘pa’ dentro. Que aquí nos salvamos todos o no se salva ni Dios, que decía el otro.

No, no me refiero en esta ocasión a esas cansinas cantinelas con las que ha muchos años ya que nos vienen engatusando, entreteniendo y despistando. Voy mar adentro, a las profundidades, a lo que se parte y reparte en unas cuevas municipales en las que los de dentro arrebañan para sí y sus compañeros todo lo que pueden, y a las liberaciones, asignaciones e imposiciones presupuestarias me remito, repartiendo estratégicamente el resto entre los que no sólo no quieren ver, sino tampoco oír, decir y cumplir.

La ley del embudo y el sordomudo, en definitiva, la de más estricto cumplimiento en los aledaños de la Plaza del Pan para hoy y hambre para mañana. Allí, mar adentro, hasta el más neófito en lides municipales apela a la antigüedad y a la caspa acumulada a la hora de repartir, sin equidad ni justicia, las migajas del pastel cuya mayor parte ellos se han apropiado nada más pisar por primera vez suelo consistorial. Que manda huevos con el egoísta punto del asunto.

Pero, ay, siempre habrá, aunque sea en un rincón con luz que no se ve, una guitarra valiente para recuperar a Luis Pastor y cantar a los cuatro vientos aquello de vengan a ver, lo que no quieren ver. Ni leer, que es el tema en sí.

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