martes, 19 marzo 2024
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Que somos Europa, coño

Me llama a mí la atención, miren ustedes, la casi nula atención y difusión que la machacona maquinaria política presta a esas elecciones europeas que, aunque parezca mentira y me pongo colorado, se celebran el próximo 26 de mayo junto a los comicios regionales y municipales.

Un sufragio continental que llevará al parlamento europeo a los hombres y mujeres, o viceversa, que luego van a decidir, ojo al dato, el cómo, dónde, cuándo y cuánto de esos fondos europeos que, por otra parte, en los últimos años se han convertido en imprescindible maná económico para el desarrollo y subsistencia de nuestros pueblos, en forma de una gama de programas con cuyos siglas no quiero ahora abuchararles.

El caso es que mientras en Talavera, por poner un ejemplo de perentoria dependencia del chorreo europeo, la tribu política se dedica a dividirse a sí misma casi por esporas y a multiplicar, por consiguiente, las siglas y demandas de votos endosadas a los desconcertados votantes, resulta que los finalmente elegidos para ocupar las poltronas locales prácticamente nada, o muy poco, van a poder hacer sin el oxígeno financiero de Europa.

Una visión general y electoral egocéntrica y cuasi cainita que, para más inri, se sitúa radicalmente en contra de la razonable e impepinable globalización, de la anchura de miras, del nunca bien ponderado método deductivo, por aquí casi todo es inductivo e inducido, y, en definitiva, de la solidaria búsqueda del bien común antes del bienestar particular.     

En esta dinámica, ni una sola vez creo haber oído la palabra Europa en boca de la pléyade de candidatos en esta Talavera de nuestras vidas y movidas, circunscribiéndose la cosa a preposiciones tales que por, según, sin, sobre o tras Talavera, que no sería mal nombre para el próximo segmento político que surja en la ciudad, o a adverbios temporales como ahora, luego o ‘endispués’ Talavera. Nombre, este último, que también apunto como el más descriptivo para definir nuestra triste realidad.

Todo ello, claro, para alborozo y poltronería de los partidos más tradicionalistas o más oportunistas, que de todo hay en la viña del señor voto, que sitúan estratégicamente a sus representantes dónde realmente se reparte un bacalao que luego, hábilmente, venden y reparten a capricho por esos pueblos de Dios bajo el manto de una magnanimidad propia que, ya digo, es simplemente reparto global y continental.

Y así estamos, apelando perennemente como plañideras a esa magnanimidad del inmediato superior institucional, que por otra parte suele mirar más para arriba que para abajo, tú verás, porque sabe dónde está verdaderamente el corte. En Europa, témome.

Y si no que se lo digan a la plausible y loable plataforma en defensa del Tajo y el Alberche. Hasta que no han ido a Europa, a poner las peras al cuarto, les han mareado y toreado hasta la saciedad los espadas políticos locales, regionales e incluso nacionales. Y es que somos Europa, coño. Que diría uno de Vox en Bruselas.

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