martes, 19 marzo 2024
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Contra las averías ferroviarias, psicología diaria

Hace escasas lunas me topé en el BOE, que a estas edades ya no sabe uno dónde topar, con un par de anuncios de licitación de nuestra fallable e inefable Renfe que sabotearon, tú verás, buena parte de mis vías orgánicas y ciudadanas. Que de todo tengo, oigan.

En uno de ellos, la ‘red casual de ferrocarriles españoles’ licitaba un millonario contrato, algo más de cuatro kilos de eurazos creo recordar, para la prestación de servicios sanitarios y psicológicos entre el sufrido personal de esta compañía que, últimamente y en lo que a la comarca de Talavera se refiere, acompaña más bien poco. Hasta el autobús alternativo a los parones por averías, si acaso.

El caso es que, como casi siempre, los usuarios de la cosa se vuelven a quedar al otro lado de la vía. Y, al respecto, no voy a entrar yo en cuestiones tan etéreas y cuasi celestiales como si esa pasta gansa se debería emplear en modernizar trenes, locomotoras, traviesas y tal y tal, porque soy consciente de que la modificación de créditos presupuestarios tiene su miga.

Por eso y sin cambiar de capítulo inversor, ojo, me dio por pensar que lo suyo y lo justo sería extender la asistencia psicológica licitada a esos cientos de viajeros que, un día sí y otro también, se ven obligados a parar y desembarcar en medio del campo por culpa de unas averías y tropelías ferroviarias ya vergonzantes, desesperantes e indignantes.

Que, según los expertos en la psicológica materia, el luto de las desgracias hay que pasarlo, pero que también viene bien en esos angustiosos momentos encontrar una voz profesional que te diga que los parones, aunque sean de tren, hay que aprovecharlos para reafirmarse e impulsarse, hasta el autobús alternativo al menos, reitero e insisto; y que, al fin y al cabo, la vida y las vías siguen hasta la próxima estación o avería, según pinte el día.

Alguien, coño, que guíe a los frustrados pasajeros en esas tres fases que tiene toda desgracia: alarma, resistencia y agotamiento. Y que se den prisa porque, témome, estamos ya en fase de puro y duro agotamiento tras constatar que las alarmas ferroviarias y casi diarias de nada están sirviendo, dada la desesperante pachorra de los encargados de solucionarlas, y que la resistencia a lo más lejos que nos lleva es a despoblados campos, andenes lejanos o autobuses ajenos.

Un cacao maravillao que, ya digo, se solucionaría si a la hora de sacar el pertinente billete, donde se pueda que esa es otra, te adjuntaran un volante con nombre y apellidos del psicólogo que te toca en ese duro tránsito del urbanismo al salvajismo, o de la normalidad a la adversidad.

Que no digo yo, vive Dios, que los empleados de Renfe no necesiten asistencia psicológica, vista la mecánica de sus máquinas, pero sí que urge mucho más entre los viajeros y pasajeros para asimilar, superar e interiorizar la fatal y cruda realidad de que tenemos y disfrutamos de un tren de mierda. Que diría el otro.

Aunque la pregunta, a las tribus políticas y gestoras, es si de la mierda se sale, o no. Seguiremos informando, aunque sea apestando.

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