Se cambia agua del Tajo por meadas de cerdo, esas que llaman purines los ganaderos.
Pues nada, resulta que una empresa pecuaria dedicada a la cría del cerdo se ha propuesto instalar una granja de guarros en Gamonal. Las granjas de marranos tienen una finalidad y una actividad honrosa y decente, muy productiva y necesaria para la sociedad, lo que ocurre es que lo mismo que producen jamones, lomos y chorizos, provocan ciertos inconvenientes que no son fáciles de ocultar ni mucho menos de esquivar, el olor que proviene de estas granjas es de tal fuerza y poderío, tan recio y brioso que a más de uno han tenido que aplicarle respiración asistida tras permanecer un período largo aspirando los efluvios gorrineros; y es que la mayoría de la gente del común no tenemos la peculiaridad olfativa de Rafa Berenguer que hace poco en estas mismas y digitales páginas confesaba sus muy particulares gustos a la hora de aplicar la nariz a según qué olores como diría un catalán.
Parece ser que los gamoninos no están dispuestos a dejarse colonizar por los guarros murcianos y que los tufos protagonicen el ambiente de la localidad y de varios kilómetros a la redonda a cambio de ciertos puestos de trabajo; prefieren que su pueblo conserve los olores de toda la vida; a romero y a aire fresco, a leña quemándose en el hogar y a hojas secas en otoño, a nada, como diría un urbanita, pero ese olor a nada no deja de ser un descanso para el sentido olfativo tan vapuleado por el olor de una granja de cerdos como lo es el oído tras una sesión de bacalao o reguetón.
Se llevan el Tajo a Murcia y a cambio quieren dejar aquí los purines, orines de los cerdos de un hedor tan intenso y de tanta penetración que puede contaminar la aguas de muchos kilómetros a la redonda.
¡Menudo negocio!
