martes, 16 abril 2024
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Los juegos del hambre

 

Javier GilLos planes de empleo deberían ser un medio para ofrecer salidas laborales a los trabajadores que se encuentran en paro de larga duración, pero en realidad son una forma de dar una paga a ciudadanos sin ningún objetivo formativo ni de reincorporación a la vida laboral. El pasado miércoles mi amiga (utilizaré su nombre en clave) Katniss Everdyn acudió a solicitar una plaza al centro de IPETA en Santiaguito. Katniss había sido advertida de que los juegos empezarían muy temprano, a las nueve de la mañana pero los contendientes tenían que estar allí antes para coger número así que al alba de las siete se presentó en los Templarios encontrando a más de ciento cincuenta personas que desde las cinco esperaban a ser los elegidos del Distrito 12. Katniss se sorprendió cuando observó que muchos de ellos tenían número del día anterior y como otros repartían números en reventa a los miembros de sus tribus.

Entre los llamados al desfile de tributos había toda suerte de personas, la mayoría buscando una salida a la situación apocalíptica que viven sus familias pero muchos otros que acudían a por la “pensión”. Entre los asistentes había corros que acumulaban botes de cerveza en el suelo pues pensaban que era un botellón otros que organizaban a sus allegados colándolos u organizando todo tipo de trapicheos entre familiares. A las nueve, como había sido advertido, se abrieron las puertas. Fue el momento en el que las colas dejaron de ser elementos organizativos puesto que algunos grupos comenzaron a tirar las vallas y pasar por encima de ellos en una encarnizada lucha por obtener su plaza. Los gritos y el vocerío incrementaron el tumulto vitoreados incluso por algunos periodistas venidos de la capital Panem que en sus programas de realidad virtual querían mostrar como los talaveranos matábamos por un trozo de pan, entre las sonrisas y diversión de los capitalinos.

Como Katniss no entró en la lucha fratricida, tres horas y media después pudo presentar sus credenciales frente a la funcionaria que entre el ataque de nervios y la desesperación comenzó a revisar su solicitud. Katniss observó los ojos cansados y aturullados de la pobre mujer y su preocupación se incrementó cuando vio como hacía un movimiento de negatividad con su cabeza.

  • ¿Usted a qué viene aquí? – Le espetó. – Usted lleva tres años en paro, pero… es licenciada, tiene una familia normal, no le han pegado, no pertenece a ningún colectivo especialmente protegido, ni ha infringido la Ley por la cual hay estado en la cárcel.

En ese momento Katniss frunció el ceño. La funcionaria le miró fijamente con sus ojos en llamas, cómplices de la desesperación de una chica en paro cuyo delito es ser una persona corriente y le dijo –Usted es… ¡normal! – La mujer volvió a bajar la cabeza y selló la solicitud. –Lo lamento pero… solo puedo desearle suerte.

Katniss salió de la oficina con el estómago constreñido. Luego pensó en que el próximo mes vería gente que realmente necesita el trabajo y con ganas de aprender y luchar por su futuro, pero muchos otros que pasarán los lunes, los martes, los miércoles et al sol, mientras los Sinsajos cantan en el Prado.

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